La paciencia es una de las grandes virtudes que sin duda no puede incluirse entre las de Axel. Treintañero, empresario con taller mecánico propio y poco o nada dado a perder el tiempo. Por encima de todo, a quienes no soporta es a las mujeres desesperadas. Pero como reza el dicho: nunca digas de esta agua no beberé... Visión de futuro. Esa es la gran idea que nos meten en la cabeza, pero que de ningún modo puede aplicarse a la vida de Portia. Dos divorcios, varios amantes, una amenaza de bancarrota y un hermano cansado de sufragar gastos la condenan a un puesto de trabajo con un salario mínimo y que como mucho le da acceso a ropa de fabricación masiva. Y para rizar el rizo, en un ambiente hostil... ¿Encontrarán Axel y Portia algún punto en común a pesar de pertenecer a mundos tan opuestos?