Su historia empezó en un ascensor de Nueva York y continuó en postales al otro lado del mundo. Lucy vive en la vigésimo cuarta planta de un bloque de apartamentos de Nueva York. Owen, en el sótano. No es extraño, por tanto, que se conozcan a medio camino, en un ascensor inmovilizado por un apagón local. Después de que los rescaten, dedican la noche a pasear juntos por las calles a oscuras, sólo iluminadas por la rara aparición de las estrellas sobre Manhattan. Y con la vuelta de la electricidad, también retorna la realidad: Lucy se traslada a Edimburgo con su familia, mientras que Owen se dirige al oeste de Estados Unidos con su padre. Así podría haber acabado la historia. Pero en ese apagón de un inicio prometedor brillarán de vez en cuando las postales y mensajes que ambos intercambiarán desde puntas opuestas del globo para desafiar la geografía entre los dos. Porque, a fin de cuentas, el centro del mundo no tiene por qué estar en un lugar: también puede tratarse de una per...