La memoria del aire comienza con un sueño. La narradora, la propia Caroline Lamarche, ve a una mujer muerta: es ella misma pero hace más de veinte años, «como si hubiese estado todo este tiempo muriendo». Este sueño abre una brecha hacia el pasado: desde entonces, cada día la narradora va a visitar a la muerta y conversa con ella. Los recuerdos afloran en forma de monólogo: su relación durante siete años con un hombre depresivo e iracundo, la crueldad de los juegos amorosos que vivió con él y, finalmente, la historia de cuando escuchó de otro hombre: «si lloras, te mato». En este relato autobiográfico, tan rotundo y estremecedor como onírico y poético, Lamarche ahonda en la vulnerabilidad de la infancia, en las relaciones de poder que forman la dependencia afectiva y, sobre todo, en esa violencia que nunca debería de ser consustancial al amor y que, sin embargo, tan a menudo lo es.