«Al señor Dominique Brulé le gusta llegar denoche a su establecimiento. Siempre cierralos ojos antes de encender las luces y abrir lapersiana, se comunica en silencio con todaslas plantas y les da un tiempo prudencial paraque se coloquen porque imagina que han estadotoda la noche mezclándose unas con otras yél espera a que vuelvan a estar en sus jarronesde agua limpia cuando da al interruptor. Nuncalas pilla en movimiento, un día sucederá.Cuando inauguró la tienda pensó encerrarsey dejarse morir, pero al ver que las tímidassiempre vivas sobrevivían sin agua después desemanas sin atención alguna y presas del olvidoen la oscuridad de su duelo, se dio cuentaque él también podría vivir sin su amor».