En marzo de 1968, cuatro niñas afirmaron que se les había aparecido la Virgen María en la finca de la Alcaparrosa, a un kilómetro de la aldea de El Palmar de Troya, en la provincia de Sevilla. Semanas después, varios vecinos afirmaron que habían tenido otras apariciones y en el verano de ese mismo año se construyó un altar que sería la primera piedra de la iglesia cristiana palmariana. Aquellas primeras apariciones dieron lugar a un imperio religioso que se expandió por el mundo, rompió con el Vaticano y nombró a sus propios papas. En junio de 2018, Ginés, el último Papa de El Palmar de Troya, y su mujer asaltaron las instalaciones de la congregación. Era el penúltimo episodio de una historia extraordinaria que navega entre la tragedia y el surrealismo. Escándalos, la sombra de abusos sexuales, anécdotas inverosímiles y todo tipo de acusaciones han marcado los más de cincuenta años de esta orden religiosa a la que algunos consideran iglesia y otros muchos una gran secta.