Con los sentidos envueltos por tanto bullicio interior que a veces me cortaban las alas en el vuelo hacia la ilusión y la esperanza. Así fue como decidí vestir con palabras e imágenes los retazos de los desvaríos de mis emociones. Y es que llega un momento en que la vida te empuja, te grita e incluso llega a golpearte con caricias reflexivas de verdad y realidad. Hay un punto en el caminar de todo ser humano en que es necesario mirar hacia atrás para comprendernos a nosotros mismos, para entender nuestro momento y fijar nuestra vista en el camino que queda por delante, un camino que nosotros hemos de construir con lo ya vivido, con los muros ya destruidos, con los gritos que callamos en nuestro ser, con las sonrisas perplejas de quietud. Llega un momento en que tu mundo interior te exige más, mirarte más por dentro y dejar de escuchar palabras del exterior. Simplemente llega el día en que las horas de tu reloj se detienen, te observan y te susurran que te escuches a ti misma ...