Sin miedo contra ETA y frente a la cobardía política«Han matado a mi amigo, han matado a mi amigo». Así lloró, con toda la pena de sus nueve años, Santiago Abascal cuando supo por televisión que ETA había asesinado a Estanis, el cartero de su pueblo. Era el 26 de junio de 1985 y ese día tuvo por primera vez el sentimiento de pertenencia a una comunidad: la de las víctimas del terrorismo; sentimiento que le avivarían en casa ˗donde nunca le ocultaron la verdad, el mejor antídoto contra el miedo˗ al mostrarle las cartas de extorsión que la banda había enviado a su abuelo. Se trataba solo del comienzo, de una campaña que años después eclosionaría en amenazas, ataques al negocio familiar e intentos de asesinato. Pero los terroristas no lograron que los Abascal perdiesen su alegría de vivir, o se sintieran extranjeros en su patria o arriasen la bandera. Resistieron, como tantos en el País Vasco, no porque fueran héroes o locos, sino porque era su deber. Sin embargo, este libro no ...