Cheyenne es una antigua estrella de rock. A pesar de sus cincuenta, conserva una imagen gótica y vive en Dublín de los derechos de autor. La muerte de su padre, con quien no tenía relación alguna, le lleva a Nueva York, donde descubre que su progenitor vivía con una obsesión: vengarse de una humillación de la que había sido víctima. Cheyenne decide hacer realidad ese deseo de venganza, pero, para ello tendrá que emprender un viaje a través de América.
Paolo Sorrentino nunca defrauda. La escenografía, fotografía y banda sonora son tan orgásmicas como siempre. Sean Penn es uno de los protagonistas más entrañables y genuinos que he visto nunca.